El amor es el compromiso de hacer las cosas mejor, especialmente en las relaciones interpersonales. El ego es simplemente el lugar donde se estropeó el invento, donde hubo el corto circuito, donde el amor quedó bloqueado.  Muchas veces hemos expresado negatividad en vez de amor en nuestra vida, pero hay una cosa de la que podemos estar seguros: habríamos hecho las cosas mejor si hubiéramos sabido cómo. 

Al mirar profundamente dentro de nosotros, no obstante, tenemos que enfrentarnos en primer lugar a lo que podríamos denominar el «anillo de temor».  Antes de que el príncipe pueda rescatar a la doncella afligida, tiene que matar los dragones que rodean su castillo.  Lo mismo tenemos que hacer todos.  Los dragones son nuestros demonios, nuestras heridas, nuestro ego, nuestras ingeniosas maneras de negarnos amor, a nosotros tanto como a los demás.  

Uno de los principios básicos de los milagros en las relaciones es que debemos mirarnos a nosotros mismos - nuestras propias lecciones, nuestros pensamientos y nuestro comportamiento - para encontrar la paz con otra persona. El ego nos tentará siempre a pensar que el fracaso de una relación tiene que ver con lo que «el otro» hizo mal, con lo que «el otro» no ve o con lo que «el otro» necesita aprender.  Pero el foco debe seguir estando en nosotros mismos. La falta de amor de los demás nos afecta sólo en la medida en que somos incapaces de amarnos a nosotros mismos y por eso nos desespera que los otros no se comporten como esperamos.