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Lectura de hoy Domingo 09 de Diciembre 2012 Santa Leocadia, virgen y m�rtir

Servicio Email de Lecturadeldia.com
"He aqu�, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entrar� a �l, y cenar� con �l, y �l conmigo"
(Ap 3,20)

Servicio de Email diario con las lecturas del d�a de acuerdo con el Ciclo Lit�rgico de la Iglesia Cat�lica.

Este servicio se ofrece solamente con autorizaci�n previa del receptor.

Participa a tus familiares y amistades invit�ndoles a subscribirse a este servicio diario.


Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Baruc (5, 1-9)

Jerusal�n, desp�jate de tus vestidos de luto y aflicci�n, y v�stete para siempre con el esplendor de la gloria que Dios te da; envu�lvete en el manto de la justicia de Dios y adorna tu cabeza con la diadema de la gloria del Eterno, porque Dios mostrar� tu grandeza a cuantos viven bajo el cielo. Dios te dar� un nombre para siempre:
"Paz en la justicia y gloria en la piedad".
Ponte de pie, Jerusal�n, sube a la altura, levanta los ojos y contempla a tus hijos, reunidos de oriente y de occidente, a la voz del esp�ritu, gozosos porque Dios se acord� de ellos. Salieron a pie, llevados por los enemigos; pero Dios te los devuelve llenos de gloria, como pr�ncipes reales.
Dios ha ordenado que se abajen todas las monta�as y todas las colinas, que se rellenen todos los valles hasta aplanar la tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios.
Los bosques y los �rboles fragantes le dar�n sombra por orden de Dios. Porque el Se�or guiar� a Israel en medio de la alegr�a y a la luz de su gloria, escolt�ndolo con su misericordia y su justicia.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Se�or.
Salmo Responsorial
Salmo 125

Grandes cosas has hecho por nosotros, Se�or.

Cuando el Se�or nos hizo volver del cautiverio, cre�amos so�ar; entonces no cesaba de re�r nuestra boca, ni se cansaba entonces la lengua de cantar.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Se�or.

Aun los mismos paganos con asombro dec�an: "�Grandes cosas ha hecho por ellos el Se�or!" Y est�bamos alegres, pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Se�or.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Se�or.

Como cambian los r�os la suerte del desierto, cambia tambi�n ahora nuestra suerte, Se�or, y entre gritos de j�bilo cosechar�n aquellos que siembran con dolor.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Se�or.

Al ir, iban llorando, cargando la semilla; al regresar, cantando vendr�n con sus gavillas.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Se�or.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del ap�stol san Pablo a los filipenses (1, 4-6. 8-11)

Hermanos:
Cada vez que me acuerdo de ustedes, le doy gracias a mi Dios, y siempre que pido por ustedes, lo hago con gran alegr�a, porque han colaborado conmigo en la causa del Evangelio, desde el primer d�a hasta ahora. Estoy convencido de que aquel que comenz� en ustedes esta obra, la ir� perfeccionando siempre hasta el d�a de la venida de Cristo Jes�s.
Dios es testigo de cu�nto los amo a todos ustedes con el amor entra�able con que los ama Cristo Jes�s. Y esta es mi oraci�n por ustedes:
Que su amor siga creciendo m�s y m�s y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. As� podr�n escoger siempre lo mejor y llegar�n limpios e irreprochables al d�a de la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia, que nos viene de Cristo Jes�s, para gloria y alabanza de Dios.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Se�or.
Juan Bautista
Evangelio
Lectura del santo Evangelio seg�n san Lucas (3, 1-6)
Gloria a ti, Se�or.

En el a�o d�cimo quinto del reinado de C�sar Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Tracon�tide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes An�s y Caif�s, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacar�as.
Entonces comenz� a recorrer toda la comarca del Jord�n, predicando un bautismo de penitencia para el perd�n de los pecados, como est� escrito en el libro de las predicciones del profeta Isa�as:
Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Se�or, hagan rectos sus senderos. Todo valle ser� rellenado, toda monta�a y colina, rebajada; lo tortuoso se har� derecho, los caminos �speros ser�n allanados y todos los hombres ver�n la salvaci�n de Dios.

Palabra del Se�or.
Gloria a ti, Se�or Jes�s.
Cara de Jesus
Sobre las Lecturas de Hoy...
Segundo Domingo de Adviento.

El tiempo de adviento es tiempo de esperanza y de apertura al cambio: cambio de vestido y de nombre (Baruc), cambio de camino (Isa�as). Cambiar, para que todos puedan ver la salvaci�n de Dios. En un bello poema Baruc canta con fe jubilosa la hora en que el Eterno va a cumplir las promesas mesi�nicas, va a crear la nueva Jerusal�n, va a dar su salvaci�n. Jerusal�n es presentada como una "Madre" enlutada por sus hijos expatriados. Dios regala a Si�n, su esposa, la salvaci�n como manto regio, le ci�e como diadema la "Gloria" del Eterno. La Madre desolada que vio partir a sus hijos, esclavos y encadenados, los va a ver retornar libres y festejados como un rey cuando va a tomar posesi�n de su trono. Le da un nombre nuevo simb�lico: "Paz de Justicia-Gloria de Misericordia"; es decir, Ciudad-Paz por la salvaci�n recibida de Dios. Ciudad-Gloria por el amor misericordioso que le tiene Dios.

Haci�ndose eco de los profetas del destierro, Baruc dice una palabra consoladora a un pueblo que pasa dificultad: "El Se�or se acuerda de ti" (5,5). Ya el segundo Isa�as se hab�a preguntado: "�Puede una madre olvidarse de su criatura? pues aunque ella se olvide, yo no me olvidar�" (Is 49,15). El Dios fiel no se olvida de Jerusal�n, su esposa, que es invitada ahora a despojarse del luto y vestir "las galas perpetuas de la Gloria que Dios te da" (5,1). Es la salvaci�n que Dios ofrece para los que ama, de los que se acuerda en su amor.

�D�nde est� nuestro profetismo cristiano? El profeta no es un adivino, ni alguien que pre-dice los acontecimientos futuros. El profeta se enfrenta a todo poder�o personal y social, habla desde el "clamor de los pobres" y pretende siempre que haya justicia. Obviamente le preocupa el futuro del pueblo, la situaci�n sangrante de los pobres. Los profetas surgen en los momentos de crisis y de cambios para avizorar una situaci�n nueva, llena de libertad, de justicia, de solidaridad, de paz.

La misi�n del profeta cristiano es cuestionar los "sistemas" contrarios al Esp�ritu, defender a toda persona atropellada y a todo pueblo amenazado, alentar esperanzas en situaciones catastr�ficas y promover la conversi�n hacia actitudes solidarias. Tiene experiencia del pueblo (vive encarnado) y contacto con Dios (es un m�stico), y de ah� obtiene la fuerza para su misi�n. Por medio de los profetas, Dios gu�a a su pueblo "con su justicia y su misericordia" (Bar 5,9). El profeta "allana los caminos" a seguir.

En el evangelio, al llegar la plenitud de los tiempos, el mismo Dios anuncia la cercan�a del Reino por medio de Juan y asegura con Isa�as que "todos ver�n la salvaci�n de Dios" (Lc 3,6). Para el Dios que llega con el don de la salvaci�n debemos preparar el camino en el hoy de nuestra propia historia. Juan Bautista, profeta precursor de Jes�s, fue hijo de un "mudo" (pueblo en silencio) que renunci� al "sacerdocio" (a los privilegios de la herencia), y de una "est�ril" (fruto del Esp�ritu). Le "vino la palabra" estando apartado del poder y en el contacto con la bases, con el pueblo. La palabra siempre llega desde el desierto (donde s�lo hay palabra) y se dirige a los instalados (entre quienes habitan los �dolos) para desenmascararlos. La palabra prof�tica le cost� la vida a Juan. Su deseo prof�tico es profundo y universal: "todos ver�n la salvaci�n de Dios". La salvaci�n viene en la historia (nuestra historia se hace historia de salvaci�n), con una condici�n: la conversi�n ("preparad el camino del Se�or"). �Qu� debemos hacer para ser todos un poco profetas?

La invitaci�n de Isa�as, repetida por Juan Bautista y corroborada por Baruc, nos invita a entrar en el dinamismo de la conversi�n, a ponernos en camino, a cambiar. Cambiar desde dentro, creciendo en lo fundamental, en el amor para "aquilatar lo mejor" (Flp 1,10). Con la penetraci�n y sensibilidad del amor escucharemos las exigencias del Se�or que llega y saldremos a su encuentro "llenos de los frutos de justicia" (1,11).

Esa renovaci�n desde dentro tiene su manifestaci�n externa porque se "abajan los montes", se llenan los valles, se endereza lo torcido y se iguala lo escabroso (Bar 5,7). Se liman asperezas, se suprimen desigualdades y se acortan distancias para que la salvaci�n llegue a todos. La humanidad transformada es la humanidad reconciliada e igualada, integrada en familia de fe: "los hijos reunidos de Oriente a Occidente" (Bar 5,5). Convertirse entonces es ensanchar el coraz�n y dilatar la esperanza para hacerla a la medida del mundo, a la medida de Dios. Una humanidad m�s igualitaria y respetuosa de la dignidad de todos es el mejor camino para que Dios llegue trayendo su salvaci�n. A cada uno corresponde examinar qu� renuncias impone el enderezar lo torcido o abajar montes o rellenar valles. Nuestros caminos deben ser rectificados para que llegue Dios. Adviento es el tiempo lit�rgico dedicado por antonomasia a la esperanza. Y esperar es ser capaz de cambiar, y ser capaz de so�ar con la Utop�a, y de provocarla, aun en aquellas situaciones en las que parece imposible.

Dej�monos impregnar por la gracia de este acontecimiento que se nos aproxima, dejemos que estas celebraciones de la Eucarist�a y de la liturgia de estos d�as nos ayuden a profundizar el misterio que estamos por celebrar. Unidos en la esperanza caminamos juntos al encuentro con Dios. Pero al mismo tiempo, �l camina con nosotros se�alando el camino porque "Dios guiar� a Israel entre fiestas, a la luz de su Gloria, con su justicia y su misericordia"


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