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Lecturas de hoy Lunes 22 de Octubre, 2012 San Felipe de Heraclea, obispo y m�rtir

Servicio Email de Lecturadeldia.com
"He aqu�, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entrar� a �l, y cenar� con �l, y �l conmigo"
(Ap 3,20)

Servicio Email diario con las lecturas del d�a de acuerdo con el Ciclo Lit�rgico de la Iglesia Cat�lica.

Este servicio se ofrece solamente con autorizaci�n previa del receptor.

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Primera Lectura
Lectura de la carta del ap�stol san Pablo a los efesios (2, 1-10)

Hermanos:
Ustedes estaban muertos por sus delitos y pecados, porque en otro tiempo viv�an seg�n los criterios de este mundo, obedeciendo al que est� al frente de las fuerzas invisibles del mal, a ese esp�ritu que ejerce su acci�n ahora sobre los que resisten al Evangelio.
Entre ellos estuvimos tambi�n nosotros, pues en otro tiempo viv�amos sujetos a los instintos, deseos y pensamientos de nuestro desorden y ego�smo, y est�bamos naturalmente destinados al terrible castigo de Dios, como los dem�s.
Pero la misericordia y el amor de Dios son muy grandes; porque nosotros est�bamos muertos por nuestros pecados, y �l nos dio la vida con Cristo y en Cristo. Por pura generosidad suya, hemos sido salvados.
Con Cristo y en Cristo nos ha resucitado, y con �l nos ha reservado un sitio en el cielo. As�, en todos los tiempos, Dios muestra por medio de Cristo Jes�s, la incomparable riqueza de su gracia y de su bondad para con nosotros.
En efecto, ustedes han sido salvados por la gracia, mediante la fe; y esto no se debe a ustedes mismos, sino que es un don de Dios. Tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir, porque somos hechura de Dios, creados por medio de Cristo Jes�s para hacer el bien que Dios ha dispuesto que hagamos.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Se�or.
Salmo Responsorial
Salmo 99

El Se�or es nuestro due�o.

Alabemos a Dios todos los hombres, sirvamos al Se�or con alegr�a y con j�bilo entremos en su templo.
El Se�or es nuestro due�o.

Reconozcamos que el Se�or es Dios, que �l fue quien nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su reba�o.
El Se�or es nuestro due�o.

Entremos por sus puertas dando gracias, crucemos por sus atrios entre himnos, alabando al Se�or y bendici�ndolo.
El Se�or es nuestro due�o.

Porque el Se�or es bueno, bendig�moslo, porque es eterna su misericordia y su fidelidad nunca se acaba.
El Se�or es nuestro due�o.
Jesus el Maestro
Evangelio
Lectura del santo Evangelio seg�n san Lucas (12, 13-21)
Gloria a ti, Se�or.

En aquel tiempo, hall�ndose Jes�s en medio de una multitud,un hombre le dijo: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia".
Pero Jes�s le contest�:
"Amigo, �qui�n me ha puesto como juez en la distribuci�n de herencias?"
Y dirigi�ndose a la multitud,dijo:
"Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea".
Despu�s les propuso esta par�bola:
"Un hombre rico tuvo una gran cosecha y se puso a pensar: '�Qu� har�, porque no tengo ya en d�nde almacenar la cosecha? Ya s� lo que voy a hacer: derribar� mis graneros y construir� otros m�s grandes para guardar ah� mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podr� decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos a�os; descansa, come, bebe y date a la buena vida'. Pero Dios le dijo:
'�Insensato! Esta misma noche vas a morir. �Para qui�n ser�n todos tus bienes?' Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para s� mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios".

Palabra del Se�or.
Gloria a ti, Se�or Jes�s.
Cara de Jesus
Sobre las Lecturas de hoy...
Jes�s nos invita a enriquecernos ante Dios. La abundancia de posesiones era en la antig�edad identificado con la tranquilidad e, incluso, con la felicidad, pero bien se sab�a por el sentido com�n cu�n fr�giles eran las seguridades provenientes de las posesiones. A cada �poca de bonanza le sigue una de escasez, y con frecuencia la precariedad sobreviene por las veleidades de gobernantes incapaces que piensan m�s en sus intereses particulares que en el bien com�n. Jes�s nos invita a desafiar esas seguridades con el cultivo de la espiritualidad como aut�ntica fuente de seguridad y felicidad. Para �l, la vida es m�s que la suma de los procesos biol�gicos, econ�micos y sociales. La vida es un don y, como tal, debe ser a su vez donado en abundancia, ya que la vida, como bien principal, no se puede retener, pero s� se puede entregar. La herencia que Jes�s nos ha dejado es precisamente ese esp�ritu de vida, amor y felicidad. - Nuestra cultura promueve valoraciones excesivas respecto a los bienes econ�micos y sociales, ya que pone en ellos la seguridad �nica y �ltima de la existencia; sin embargo, la consecuencia de esta actitud es el vac�o afectivo y existencial, ya que la consecuci�n de estos bienes no produce inmediatamente el efecto que pretenden.

Toda esta semana y parte de la siguiente continuamos con nuestra lectura de la carta a los Efesios. Pablo tiene que inventar neologismos que puedan expresar nuestra �ntima comuni�n con Cristo: "convivir, conresucitar, contentarse". Esta convicci�n nos tendr�a que llenar de alegr�a. Dios nos ha amado antes de que lo mereci�ramos -"no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios"- y nos ha llenado de su vida. Hemos muerto y resucitado con Cristo en nuestro Bautismo, vivimos con �l, ya estamos con �l sentados en el cielo junto a Dios. Y todo eso tiene como consecuencia que nuestra vida debe ser coherente con este misterio: "nos ha creado en Cristo Jes�s para que nos dediquemos a las buenas obras". Dios ha intervenido en la vida de cada uno de nosotros. Nunca se lo agradeceremos bastante. Pero es bueno que recordemos el peligro de nuestra fr�gil fe. El mundo de hoy sigue estando, como en tiempos de Pablo, "bajo el jefe que domina en la zona inferior". El mal sigue existiendo y nos obliga a una lucha permanente, de manera que ya no recaigamos en una vida "seg�n las tendencias sensuales, obedeciendo los impulsos del instinto y de la imaginaci�n". Ya cada uno somos d�biles, pero encima el mundo nos tienta en todas direcciones. Nosotros seguimos a Cristo. Le hemos admitido decididamente en nuestra vida, tratando de actuar seg�n su mentalidad. Pero sigamos pidiendo a Dios su fuerza, para que podamos perseverar en ese camino. Para que no estemos unidos a Cristo s�lo teol�gicamente, por el Bautismo, sino de hecho, tambi�n en nuestro estilo de vida.

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