Hay un Puerto Rico del que nos hemos alejado, pero hay un Puerto Rico al que aún no nos hemos acercado.
Cada generación tiene la oportunidad de comprometerse y cambiar la sociedad que ha heredado. Es muy fácil para los Puertorriqueños ser arrastrados por reclamos de incertidumbre y temor, pero es de miope y equivocado pensar del mundo y nuestro futuro como predeterminado y final. Quiero ir un poco más allá y advertir en contra de la profunda ansiedad en cuanto al presente y la idea de que debemos estar asustados en cuanto al futuro. No debemos permitir que nuestro propio poder de predicción, o el de otros, nos desvíen de agarrar la oportunidad de hacer una diferencia y agarrar las oportunidades y retos que el cambio trae. No hay necesidad de estar asustados; necesitamos abrazar estos cambios ocurriendo en el mundo y en nuestro propio país. Este es nuestro momento.
Por al menos dos décadas, la mayoría de los países desarrollados han estado viviendo más allá de sus medios económicos gastando dinero aún por ganar. Los consumidores han estado ahogándose en un mar de deuda. En muchos de estos países, el progreso social puede revertirse, lo cual inevitablemente provocará fuerte dificultades. Nuestro país no ha sido una excepción.
En los años por venir, más de la mitad del crecimiento económico ocurrirá en las sociedades en desarrollo en lugar de las sociedades desarrolladas. Alrededor del mundo, la gente espera a no sólo ser oídos, sino ser escuchados.
La gente joven de este país tiene la oportunidad de moldear nuestro carácter y determinar nuestro destino colectivo. Los jóvenes graduados experimentarán las sorpresas y disgustos que el mundo real le ha presentado a la gente en todos los tiempos. Ellos necesitarán encontrar la persistencia y la determinación para construir y reconstruir, para cambiar el curso, a la vez que alcanzan su destino.
Mi esperanza es que se conviertan en creadores de riqueza. Esto significa tomar los recursos disponibles y combinarlos en nuevas y excitantes maneras que los hagan útiles y disponibles a la sociedad como un todo. De eso se trata la verdadera riqueza. Por tanto, sea lo que los nuevos graduados hagan, deben procurar combinar recursos y crear riqueza.
Las sociedades exitosas en el siglo 21 serán aquellas que puedan combinar desarrollo económico rápido y sustentable con cohesión social efectiva. Las economías fuertes necesitan igualmente sociedades fuertes. Hoy día, en nuestra sociedad socialmente diversa, el liderazgo reside en aquellos que pueden lograr que la gente concuerde con ellos y puedan moverse en la misma dirección. Los grandes cambios exigirán sacrificios.
Esperar por el gobierno para proveernos una mejor vida es la decisión de solo los tontos. La mayor parte de nuestro destino está en nuestras propias manos. La Democracia significa el gobierno de la gente para la gente. Debemos por tanto comenzar gobernándonos en familia, en comunidades y en el lugar de empleo.
Sobre esas bases, nuestra juventud será empoderada a establecer exigencias por un gobierno que sirve sus intereses y que es capaz de ganar y retener su lealtad.
Ésta, y la próxima generación de Puertorriqueños, de todos los ámbitos de vida, no tendrán nada que temer. Estamos en un país, en una región y en un mundo en medio de cambio significativo, y tenemos la oportunidad de ser parte del cambio y verdaderamente ayudar a dirigir ese cambio. El reto para nuestra gente joven, es graduarse de la escuela, colegio, universidad y academia y que se dirijan a nuevos campos de conquistas y a retarse a sí mismos y retar nuestra sociedad, a ver un nuevo y mejor futuro y hacer de nuestra tierra una nueva y mejor.
Cada generación quiere creer que la suya es la mejor o la peor de todos los tiempos. Quiero animar a nuestra juventud a vivir con ganas. Tienen nada que perder, excepto el miedo.