Hoy vamos a continuar nuestro recorrido rumbo a una vida más saludable. Aquí hay una pregunta para ti:

¿Qué es lo que te motiva a despertarte por la mañana para vivir otro día?

Se trata de tus deseos. Nuestros deseos son la motivación fundamental detrás de todas nuestras emociones y acciones humanas. Los deseos nos llevan a hacer las cosas que queremos lograr en nuestras vidas. Nuestra base bíblica se encuentra en Proverbios 13:12, "La esperanza que se demora es tormento del corazón; Pero árbol de vida es el deseo cumplido."

El deseo es un anhelo o esperanza en algo que es posible. Por lo tanto nuestros deseos tienen que estar en la esfera de la posibilidad para que se hagan realidad para nosotros. Deseamos cosas que están fuera del ámbito de lo posible cuando deseamos hacer lo que otra persona está habilitada y capacitada para hacer. Esta forma de deseo entra en la categoría de la lujuria que puede tomar muchas formas. No debemos creer que podemos hacer todo lo que queremos hacer. Sólo podemos funcionar y sobresalir en las áreas de nuestros dones. Por ejemplo, es posible que tenga la capacidad de rebotar una pelota de baloncesto, pero no tener la habilidad para ser un jugador profesional de baloncesto. Un deseo que está más allá de nuestra capacidad es más fácilmente influenciado por la lujuria o la avaricia, que es querer algo que pertenece a otra persona. Muchas veces la lujuria nos lleva al reino de lo prohibido.

Hoy vamos a continuar con nuestro estudio que nos permita alcanzar "una mirada hacia deseo positivo."

Randy Morrison
www.randymorrison.org
Cuando permitimos que la lujuria tome el control de nuestros deseos, podemos caer en el terreno del narcisismo. Este terreno es una trampa en la que una persona se consume con el interés propio. Aquellos que son narcisistas solo piensan en sí mismos la mayoría del tiempo. Cuando estamos envueltos en el extremo egoísmo somos un paquete muy pequeño, que no tiene espacio para otros.

En Lucas 12, Jesús hace referencia a un hombre que solo se preocupaba por sí mismo y no pensaba en otros. Él deseaba cosas por las razones equivocadas. En Lucas 12:16-20, así como la riqueza de este hombre creció, su codicia también. Su deseo de riqueza se convirtió en lujuria y a la vez en el símbolo de su identidad. Leemos que son muchas las veces que él menciona la palabra "mi" a cosas con respecto a sí mismo. Este hombre se convirtió en prisionero de sus propios deseos lujuriosos. Parece que sus posesiones lo obstaculizaban más que ayudarlo cuando se trataba de su relación con Dios y los demás. Este hombre tenía una perspectiva errónea sobre los deseos.

RECUERDA: Cuando estamos absortos en nosotros mismos, las relaciones no nos son importantes, sobre todo nuestra relación con Dios.
La peor cosa en la vida es tener recursos terrenales y no tener a nadie para compartirlos. Vivimos en una cultura que está absorta en sí misma. Estamos presenciando el cumplimiento de 2 Timoteo 3:1-5, que describe que los tiempos difíciles serán frecuentes al final de los últimos tiempos. Los hombres se aman a sí mismos y al dinero, y son amantes de los placeres más que del Señor, y niegan al Dios que nos da el poder para conseguir el bienestar. La codicia tiene una forma para que nosotros nos apartamos de la voluntad de Dios para nuestras vidas.

Cuando muramos... ¿Vamos a ser recordados más por nuestras posesiones 
o por la contribución que hicimos a otros mientras estábamos vivos?

"Deléitate en el SEÑOR y él te concederá los anhelos de tu corazón."- Salmo 37:4

Dios sólo tiene una responsabilidad para con el deseo que está ligado a su voluntad. Si somos creyentes, no tenemos deseos propios cuando se refiere a nuestra relación con Dios. Al igual que Jesús vamos a ser desinteresados en vez de egoístas. Jesús oró: "... no se haga mi voluntad sino la tuya." Cuando tenemos deseos de parte de Dios, la vida ya no está centrada en nosotros.

El cristianismo no se trata de acumular.
Se trata de compartir nuestros recursos con los demás
en el proceso de hacer del mundo un lugar mejor.

1 Juan 5:14-15 revela que esta confianza se manifiesta en nuestras oraciones:

"Y esta es la confianza que tenemos delante de él: que si pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho".

La palabra de Dios es su voluntad. Cuando experimentamos la iluminación de su palabra, podemos orar esa palabra con confianza. Cuando nuestra petición (o deseo) se basa en la palabra de Dios, podemos esperar la respuesta con confianza, porque es su voluntad y el deseo para nuestras vidas.

 "...Sabemos..." Cuando alineamos nuestros deseos con los deseos de Dios, sabemos que tendremos los anhelos que le hemos pedido. Esta es la confianza que podemos experimentar cuando permitimos que la palabra de Dios dé formato a nuestras oraciones.
 


    




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