SALIDA DE LAS LIMITACIONES CON RESPONSABILIDAD COMUNITARIA
Somos responsables de nuestro entorno
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, Shalom - Posiblemente hayas tenido problemas con los enlaces de la entrega anterior, el server hizo una actualización que nos borró las últimas páginas y recién hoy se solucionó. - Con esta excusa volvemos a contactarnos contigo para saludarte en esta festividad de la salida del exilio de Egipto del pueblo judío, y de todas las naciones que nos quieran acompañar. - Ponemos los mismos enlaces, pero ademas agregamos un par de reflexiones que seguramente te inspirarán a meditar en que la mejor manera de salir de las propias limitaciones, es ayudar a los demás a salir de las suyas. - Bendiciones para todos aquellos que contribuyeron para la "harina de pesaj". Los que no todavía están a tiempo. Esta semana tendremos un par de encuentros en nuestras clases por internet. Mientras nos despedimos deseándote: Pesaj Kasher vesameaj
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MEDITACIONES y MELODIAS
Era la media tarde de Erev Pesaj, el viernes, 04 de abril de 1958, a pocas horas de que comience oficialmente la festividad. Un grupo de chicos de la ieshivá de Jabad en Brooklyn había terminado de hornear la última matzá de Pesaj. El Rebe de Lubavitch acostumbraba a dar un matzá horneada hecha a mano a las personas como un regalo espiritual en estas últimas horas. El Rebe se quedaba de pie todo el tiempo, saludando a la gente y entregarles matzá. La obra mística judía el Zohar, explica que la matzá es el "pan de la fe", y simplemente comerla alimenta el alma. El Rebe les daba matzá primero a las personas que tenían que viajar muy lejos, ya que viajar en un coche o en metro no está permitido en Shabat y las fiestas judías. Yo [Shlomo Cunin] tenía 16 años y tenía que llegar a casa en la 167 y la avenida Jerome en el Bronx, que estaba bastante lejos. Cuando me acerqué al Rebe, me entregó matzá y me preguntó si podía llevar algunas a una determinada familia. Idealmente, me habría tomado un taxi desde la estación de metro, pedido al conductor que me espere, entregaría la matzá y llegaría a casa a tiempo para nuestro seder familiar. Pero la vida raramente es ideal, ya era demasiado tarde para tomar un taxi. Finalmente encontré la dirección, que resultó ser un complejo habitacional. Llamé a la puerta y salió un hombre sin camisa, tatuajes y una gran barriga. "¿Qué es eso?" me espetó. (Es el protocolo acostumbrado que en Bronx se salude así a la gente.) "Perdone, ¿es usted el señor Fulano de Tal?" Le pregunté. "Sí," dijo. Noté la hogaza de pan de centeno en la mesa, definitivamente un alimento no tradicional del Seder. Le dije: "El Rebe me envió."
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