Herramientas para la vida diaria 

Enciende el Poder en Ti - Episodio 12
Enciende el Poder en Ti - Episodio 12

 

Viviendo con

 Sentido Com�n 

con Randy Morrison 

 

Al estar temeroso, est�s inseguro de la habilidad que Dios ha puesto en ti,
por lo tanto no puede encender
el poder en tu vida. Ten confianza 
en Dios y lo que ha puesto en ti. 
 
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La Doctrina y los Principios - Parte 3

�Saludos!


Jes�s dijo que debemos nacer de nuevo para poder ver el Reino de Dios. Una vez que tomamos este paso, es nuestra responsabilidad el construir una relaci�n con Dios. La profundidad de esta relaci�n depende de nuestro compromiso de acercarnos a Dios y de nuestra capacidad de poner a trabajar sus principios en nuestra vida.

Al magnificar la forma en la que Dios trabaja, vamos a poder experimentar una vida plena en la tierra. Nuestro tiempo en la tierra es preparaci�n para la eternidad.

Como creyentes, somos el cuerpo de Cristo. Dios est� interesado en nuestro bienestar. Nuestro trabajo en la tierra es traer sanidad a los dem�s. Nuestra capacidad de traer la doctrina o principios de Dios a nuestra vida diaria depende de la fuerza de nuestra fe y la obediencia a la Palabra de Dios.
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Todos nos fundamentamos o nos paramos sobre algo. Como creyentes, nuestro cimiento es la doctrina y los principios de Dios. El nos da las pautas, principios y est�ndares necesarios para vivir con excelencia.

Recuerda, Todas las doctrinas permanecen o fallan de acuerdo a los frutos que producen en la vida de aqu�llos que las abrazan.
  
 

 

Tu amigo,   

Randy O. Morrison   

 

www.randymorrison.org 

Enciende el Poder
 
1. Est�ndares

Los ideales son est�ndares y principios de excelencia. Los principios de Dios se sostiene de cuatro ideales. Son la columna vertebral de toda doctrina. Lo primero es la doctrina apost�lica. Esta es la verdad que Jes�s ense�� acerca del Reino de Dios y de c�mo este debe ser vivido diariamente. El segundo ideal es la doctrina de la comunidad o compa�erismo. Como creyentes, somos el cuerpo de Cristo unidos por una serie de principios. La tercera es la de la Santa comuni�n. Esto representa la unidad de prop�sito entre los creyentes. Finalmente, la cuarta es la oraci�n. Esta nos ayuda a desarrollar y a profundizar nuestra relaci�n con Dios. Al orar, la autoridad de Dios se desata en la tierra. 

 

Recuerda: El testigo m�s grande que le podemos brindar a este mundo es nuestra celebraci�n unida de la bendici�n que tenemos. Al estar unidos en oraci�n, el mundo sobrenatural puede intervenir. 

 

Lee, reflexiona y act�a de acuerdo a: 

1 Corintios 12: 12-27

Porque as� como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, as� tambi�n Cristo. Porque por un solo Esp�ritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean jud�os o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Esp�ritu. Adem�s, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, �por eso no ser� del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, �por eso no ser� del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, �d�nde estar�a el o�do? Si todo fuese o�do, �d�nde estar�a el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como �l quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, �d�nde estar�a el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen m�s d�biles, son los m�s necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a �stos vestimos m�s dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con m�s decoro. Porque los que en nosotros son m�s decorosos, no tienen necesidad; pero Dios orden� el cuerpo, dando m�s abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con �l, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con �l se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.

 
2. Preguntas correctas... respuestas correctas      
La profundidad y acertividad de nuestras respuestas refleja un entendimiento verdadero. Al simplemente repetir lo que alguien dijo, el verdadero entendimiento no est� en nosotros hasta la profundidad de la ra�z. A menudo el conocimiento es informaci�n superficial. Antes de que Jes�s fuera a la cruz, �l quer�a que tuvi�ramos claridad acerca de qui�n es.

En Mateo 16:13-19 Jes�s le pregunta a sus disc�pulos "�Qui�n dicen los hombres que es el hijo del hombre?" Pedro comienza a responder con lo que los dem�s dec�as acerca de Jes�s, sin embargo, Jes�s le personaliza la pregunta a �l, a lo que Pedro responde, "T� eres el Cristo, el hijo del Dios viviente". Debemos asegurarnos que nuestra fe y creencias, as� como ideolog�as est�n basadas en la Palabra de Dios. Al suceder esto, no estaremos influenciados por lo que dicen los dem�s. Estaremos seguros de nuestras respuestas basadas en lo que sabemos. Como creyentes, esto requiere de un entendimiento basto de la doctrina fundamental que Dios estableci� para su Iglesia.

Recuerda: Hay una gran importancia en asegurarnos que nuestras ideolog�as y nuestra fe se alinean con la Palabra de Dios. Esta es la doctrina que define los est�ndares morales, espirituales, f�sicos, mentales, sociales y econ�micos de nuestra manera de vivir.

Lee, reflexiona y act�a de acuerdo a:
Mateo 16: 13-20
Viniendo Jes�s a la regi�n de Cesarea de Filipo, pregunt� a sus disc�pulos, diciendo: �Qui�n dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, El�as; y otros, Jerem�as, o alguno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, �qui�n dec�s que soy yo? Respondiendo Sim�n Pedro, dijo: T� eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondi� Jes�s: Bienaventurado eres, Sim�n, hijo de Jon�s, porque no te lo revel� carne ni sangre, sino mi Padre que est� en los cielos. Y yo tambi�n te digo, que t� eres Pedro, y sobre esta roca[b] edificar� mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecer�n contra ella. Y a ti te dar� las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra ser� atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra ser� desatado en los cielos. Entonces mand� a sus disc�pulos que a nadie dijesen que �l era Jes�s el Cristo.

 


 


 

3. La roca y las llaves 
 
Tambi�n Jes�s le dijo a Pedro en Mateo 16:18 Que �l, Pedro ser�a la roca. La escritura dice que "sobre esta roca" se edificar� la Iglesia. Esta roca no es Pedro, sino, la revelaci�n de la Palabra de Dios. La Iglesia no debe ser acerca de nosotros, sino acerca de Jes�s. Como creyentes, somos el cuerpo de Cristo. Debemos asegurarnos que la iglesia a la cu�l llamamos "nuestra casa" no est� construida en modas, circunstancias, sino en la revelaci�n s�lida de la Palabra de Dios. Al aceptar por completo a Jesucristo como nuestro Se�or y Salvador, cuando seguimos sus ideales y nuestra relaci�n con Dios es fuerte, se nos dar�n las "llaves" que abren la puerta de la fe y del Reino hacia nuestra comunidad y al mundo.

 
Recuerda: Al nosotros ser inconstantes con nuestros valores, no seremos efectivos como Iglesia. 

Lee, reflexiona y act�a de acuerdo a:
Mateo 16: 13-20
Viniendo Jes�s a la regi�n de Cesarea de Filipo, pregunt� a sus disc�pulos, diciendo: �Qui�n dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, El�as; y otros, Jerem�as, o alguno de los profetas.

El les dijo: Y vosotros, �qui�n dec�s que soy yo? Respondiendo Sim�n Pedro, dijo: T� eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondi� Jes�s: Bienaventurado eres, Sim�n, hijo de Jon�s, porque no te lo revel� carne ni sangre, sino mi Padre que est� en los cielos. Y yo tambi�n te digo, que t� eres Pedro, y sobre esta roca[b] edificar� mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecer�n contra ella. Y a ti te dar� las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra ser� atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra ser� desatado en los cielos. Entonces mand� a sus disc�pulos que a nadie dijesen que �l era Jes�s el Cristo.

 

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