
Por: Victor de León
La vida es a menudo descrita como un viaje, y en muchos aspectos lo es. Durante nuestra vida emprendemos una serie de viajes que corren paralelo con otro. Uno de estos viajes es el viaje de auto descubrimiento en relación a la persona que realmente somos. Se trata de un viaje que nunca termina ya que nunca llegaremos a descubrir todo acerca de nosotros mismos en esta vida. También está el viaje de encontrar la actividad de carrera profesional más adecuada para uno mismo. Este viaje está estrechamente relacionado con el viaje de descubrimiento de sí mismo. Si usted no descubre quién es y qué talentos, atributos y habilidades le llegan de forma natural, usted se arriesga a pasar su carrera profesional como un bloque cuadrado tratando de entrar en un círculo, siempre tratando de ajustar y haciendo un esfuerzo por hacer algo para encajar con aquello que no está hecho para usted.
Su viaje de carrera profesional puede tomar varias etapas, y la idea es que cada etapa es una mejora de la anterior. Precisamente, de eso es lo que trata el crecimiento profesional.
Por el otro lado, está el viaje para encontrar una pareja para la vida, para aquellos que decidan hacerlo. Por supuesto, cuando uno encuentra la pareja, uno comienza otro viaje en el camino de la relación, que a su vez resulta en otros viajes como el viaje a la paternidad y maternidad. Y para aquellos de nosotros que somos padres o madres, sabemos que ese es otro viaje de por sí.
Ir en un viaje, implica que debe haber un destino. El destino muy bien puede ser alcanzado, pero nunca cometa el error de considerar que ese es su destino final. Desafortunadamente, algunas personas sin embargo alcanzan su destino final mucho antes de que mueran y, mientras están todavía físicamente vivas, están muertas en otras formas. Han perdido o abandonado su visión, y han perdido su sentido de propósito, ya sea personal o profesional.
Viktor Frankl, en su libro 'La Búsqueda del Hombre Por Significado'(1946) hace una cronología de sus experiencias como un recluso en un campo de concentración y explica cómo vio personas, agotadas físicamente, mentalmente y emocionalmente, simplemente decidir un día que no iban a levantarse más de la cama. Otros se ocuparían de ellos trayéndoles alimentos y lavándoles el cuerpo, pero muy pronto esas personas habían muerto. Parecería que habían decidido que habían llegado a su destino final y que no había nada más por lo cual vivir.
El llegó a comprender que aquellos que todavía tenían un propósito significativo continuaron viviendo y eventualmente sobrevivieron los horrores que cobró la vida de millones de personas.
¿Ha alcanzado su destino final sin darse cuenta? ¿Ha decidido que ha viajado lo suficiente respecto a donde quiere ir? ¿Ha decidido que no desea levantarse más de la cama? ¿Que no quiere aprender nada nuevo ya? ¿Ha decidido que no desea tener que lidiar con otros desafíos de la vida? De ser así, posiblemente ha llegado a su destino final y, si bien probablemente va a vivir más que aquellos de los campos de concentración, en un sentido ya ha comenzado a morir.
No se rinda. Los viajes de la vida proporcionan lecciones que nos llevará de la ignorancia a la iluminación. Pocos de nosotros nos damos cuenta que los desafíos que enfrentamos en la vida son las lecciones que se han presentado ante nosotros para hacernos crecer más. Si nos negamos a aprender una lección particular, volverá a nosotros en una forma diferente, un poco más retadora que la lección anterior.
Reconozca los desafíos que encuentra en su vida personal y profesional como lecciones y pregúntese qué es lo que necesita aprender acerca de usted, acerca de otros o acerca de la vida. Se sorprenderá descubrir la verdad en el viejo refrán que dice: cuando el alumno esté listo, el maestro aparece.
Una vez que empiece a aprender nuevamente, se dará cuenta que nunca va desear llegar a su destino final.