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Lectura de hoy Jueves 20 de Septiembre, 2012 San Andr�s Kim Taegon, presbitero y San Pablo Chong Hasang y compa�eros , m�rtires

Servicio Email de Lecturadeldia.com
"He aqu�, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entrar� a �l, y cenar� con �l, y �l conmigo"
(Ap 3,20)

Servicio de Email diario con las lecturas del d�a de acuerdo con el Ciclo Lit�rgico de la Iglesia Cat�lica.

Este servicio se ofrece solamente con autorizaci�n previa del receptor.

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Sobre las Lecturas de hoy...


Primera Lectura
Lectura de la primera carta del ap�stol san Pablo a los corintios (15, 1-11)

Hermanos:
Les recuerdo el Evangelio que yo les prediqu� y que ustedes aceptaron y en el cual est�n firmes. Este Evangelio los salvar�, si lo cumplen tal y como yo lo prediqu�. De otro modo, habr�n cre�do en vano.
Les transmit�, ante todo, lo que yo mismo recib�: que Cristo muri� por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado y que resucit� al tercer d�a, seg�n estaba escrito; que se le apareci� a Pedro y luego a los Doce; despu�s se apareci� a m�s de quinientos hermanos reunidos, la mayor�a de los cuales vive a�n y otros ya murieron. M�s tarde se le apareci� a Santiago y luego a todos los ap�stoles.
Finalmente, se me apareci� tambi�n a m�, que soy como un aborto. Porque yo persegu� a la Iglesia de Dios y por eso soy el �ltimo de los ap�stoles e indigno de llamarme ap�stol.
Sin embargo, por la gracia de Dios, soy lo que soy, y su gracia no ha sido est�ril en m�; al contrario, he trabajado m�s que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios, que est� conmigo.
De cualquier manera, sea yo, sean ellos, esto es lo que nosotros predicamos y esto mismo lo que ustedes han cre�do.

Palabra de Dios
Te alabamos, Se�or.
Salmo Responsorial
Salmo 117

Te damos gracias, Se�or, porque eres bueno.

Te damos gracias, Se�or, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: "Su misericordia es eterna".
Te damos gracias, Se�or, porque eres bueno.

Escuchemos el canto de victoria que sale de la casa de los justos: "La diestra del Se�or es poderosa, la diestra del Se�or es nuestro orgullo".
Te damos gracias, Se�or, porque eres bueno.

No morir�, continuar� viviendo para contar lo que el Se�or ha hecho. T� eres mi Dios, y te doy gracias. T� eres mi Dios, y yo te alabo.
Te damos gracias, Se�or, porque eres bueno.
Magdalena
Evangelio
Lectura del santo Evangelio seg�n san Lucas (7, 36-50)
Gloria a ti, Se�or.

En aquel tiempo, un fariseo invit� a Jes�s a comer con �l. Jes�s fue a la casa del fariseo y se sent� a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jes�s iba a comer ese d�a en casa del fariseo, tom� consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detr�s de Jes�s, y comenz� a llorar, y con sus l�grimas ba�aba sus pies; los enjug� con su cabellera, los bes� y los ungi� con el perfume.
Viendo esto, el fariseo que lo hab�a invitado comenz� a pensar:
"Si este hombre fuera profeta, sabr�a qu� clase de mujer es la que lo est� tocando; sabr�a que es una pecadora".
Entonces Jes�s le dijo:
"Sim�n tengo algo que decirte".
El fariseo contest�:
"D�melo, Maestro".
El le dijo:
"Dos hombres le deb�an dinero a un prestamista. Uno le deb�a quinientos denarios, y el otro, cincuenta. Como no ten�an con qu� pagarle, les perdon� la deuda a los dos. �Cu�l de ellos lo amar� m�s?"
Sim�n le respondi�:
"Supongo que aquel a quien le perdon� m�s".
Entonces Jes�s le dijo:
"Has juzgado bien".
Luego, se�alando a la mujer, dijo a Sim�n: "�Ves a esta mujer? Entr� en tu casa y t� no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me los ha ba�ado con sus l�grimas y me los ha enjugado con sus cabellos. T� no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entr�, no ha dejado de besar mis pies. T� no ungiste con aceite mi cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te digo:
sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama".
Luego le dijo a la mujer:
"Tus pecados te han quedado perdonados".
Los invitados empezaron a preguntarse a s� mismos: "�Qui�n es �ste que hasta los pecados perdona?"
Jes�s le dijo a la mujer:
"Tu fe te ha salvado; vete en paz".

Palabra del Se�or.
Gloria a ti, Se�or Jes�s.
Cara de Jesus
Sobre las Lecturas de Hoy...
En las culturas orientales los deberes de la hospitalidad son sagrados. Si una persona invita a otra a su casa, se obliga a brindarle las mejores atenciones y el mejor trato. Jes�s le reprocha a Sim�n, su anfitri�n, el hecho no haber sido muy cort�s durante la cena a la que hab�a sido invitado. En cambio, la mujer pecadora, a pesar de su reputaci�n, rinde homenaje a Jes�s, digno de su condici�n de profeta. Las dos actitudes revelan la percepci�n que Sim�n y la pecadora tienen de Jes�s: Sim�n lo descalifica con sus pensamientos negativos, mientras la mujer lo glorifica con sus acciones. - A nosotros nos puede pasar algo similar con Jes�s. Puede que pensemos que �l es importante o, incluso, que consideremos que deber�a tener m�s importancia, pero con toda seguridad no observamos los deberes de hospitalidad hacia �l. El primero de ellos es escucharlo, en su palabra y en la palabra que otras personas nos comunican sobre �l. Si no estamos dispuestos a acoger a Jes�s y a configurarnos con �l, de nada nos sirve aclamarlo como Mes�as. El segundo deber de hospitalidades darle un puesto preferente y central en nuestra casa, de modo que �l se sienta acogido y atendido. De lo contrario, �qu� clase de anfitriones ser�amos?

El cap�tulo 15 de esta Carta de Pablo es largo y trata de uno de los temas que se ve que preocupaban m�s a los griegos: la resurrecci�n. Cuando hablamos de "evangelizaci�n" queremos decir lo mismo que Pablo: la comunidad cristiana va anunciando que Jes�s ha resucitado y sigue vivo, y que nosotros tambi�n estamos destinados a la vida, como nuestro Cabeza y Gu�a Jes�s. El salmo ya se alegraba en el AT: "dad gracias al Se�or, porque es bueno. No he de morir, vivir�, para contar las haza�as del Se�or". �sta es la base de nuestra fe. Cristo ha vencido a la muerte. No se trata de un milagro m�s: es el acontecimiento por excelencia, en que Dios ha mostrado cu�l es su programa de salvaci�n, que empieza en Cristo y seguir� en nosotros. Tal vez tambi�n al hombre de hoy le siga costando entender esto, como a los griegos de entonces, llenos de otras sabidur�as humanas. Pero los planes de Dios son distintos de los nuestros y su Esp�ritu sigue actuando, el Esp�ritu que es "dador de vida". Eso creemos nosotros. Eso tenemos que predicar. �O nos entretenemos en otras verdades secundarias, preparatorias, sin llegar nunca a comunicar el meollo de nuestro credo cristiano, la glorificaci�n de Cristo y nuestro destino de vida plena con �l?

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