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Lectura de hoy Martes 14 de Agosto, 2012 San Maximiliano Kolbe, m�rtir de la caridad

Servicio Email de Lecturadeldia.com
"He aqu�, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entrar� a �l, y cenar� con �l, y �l conmigo"
(Ap 3,20)

Servicio de Email diario con las lecturas del d�a de acuerdo con el Ciclo Lit�rgico de la Iglesia Cat�lica.

Este servicio se ofrece solamente con autorizaci�n previa del receptor.

Participa a tus familiares y amistades invit�ndoles a subscribirse a este servicio diario.


Primera Lectura
Lectura del Libro del profeta Ezequiel (2, 8-3, 4)

Esto dice el Se�or:
"Hijo de hombre, escucha lo que voy a decirte y no seas rebelde como la casa rebelde. Abre la boca y come lo que voy a darte".
Vi entonces una mano tendida hacia m�, con un libro enrollado. Lo desenroll� ante m�: estaba escrito por dentro y por fuera; ten�a escritas lamentaciones y amenazas. Y me dijo:
"Hijo de hombre, come lo que tienes aqu�; c�mete este libro y vete a hablar a los hijos de Israel". Abr� la boca y me dio a comer el libro, dici�ndome:
"Hijo de hombre, alimenta tu vientre y sacia tus entra�as con este libro que te doy". Me lo com� y me supo dulce como la miel. Y me dijo: "Hijo de hombre, anda; dir�gete a los hijos de Israel y diles mis palabras".

Palabra de Dios.
Te alabamos, Se�or.
Salmo Responsorial
Salmo 118

Tus mandamientos, Se�or, son mi alegr�a.

Me gozo m�s cumpliendo tus preceptos que teniendo riquezas. Tus mandamientos, Se�or, son mi alegr�a; ellos son tambi�n mis consejeros.
Tus mandamientos, Se�or, son mi alegr�a.

Para m� valen m�s tus ense�anzas que miles de monedas de oro y plata. �Que dulces al paladar son tus promesas! M�s que la miel en la boca.
Tus mandamientos, Se�or, son mi alegr�a.

Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegr�a de mi coraz�n. Hondamente suspiro, Se�or, por guardar tus mandamientos.
Tus mandamientos, Se�or, son mi alegr�a.
Jesus con los ninos
Evangelio
Lectura del santo Evangelio seg�n san Mateo (18, 1-5. 10. 12-14)
Gloria a ti, Se�or.

En cierta ocasi�n, los disc�pulos se acercaron a Jes�s y le preguntaron:
"�Qui�n es el m�s grande en el Reino de los cielos?"
Jes�s llam� a un ni�o, lo puso en medio de ellos y les dijo:
"Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los ni�os, no entrar�n en el Reino de los cielos. As� pues, quien se haga peque�o como este ni�o, �se es el m�s grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un ni�o como �ste en mi nombre, me recibe a m�.
Cuidado con despreciar a uno de estos peque�os, pues yo les digo que sus �ngeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que est� en el cielo.
�Qu� les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, �acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdi�? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrar� m�s por ella, que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos peque�os".

Palabra del Se�or.
Gloria a ti, Se�or Jes�s.
Cara de Jesus
Sobre las Lecturas de Hoy...
En las sociedades antiguas uno de los valores fundamentales era el honor. Y el deshonor era fuertemente temido, al punto que muchas personas prefer�an morir a caer en deshonor. Uno de los honores m�s grandes era ser importante y reconocido, porque el individuo an�nimo y desconocido era despreciado. Jes�s cambia esa manera de pensar, y el evangelista nos lo hace saber a trav�s de la imagen del �peque�o� y de la �oveja perdida�. El �peque�o� no s�lo representa al ni�o que por su dependencia, ignorancia y debilidad era considerado insignificante. �Peque�os� eran tambi�n todas las personas sencillas, pac�ficas y an�nimas que no ten�an el �nimo ni los medios sociales para ocupar un lugar en la escala de los honores. Jes�s toma como modelo cristiano a esas personas, que, sin dejarse aplastar por los valores sociales al uso, colocan toda su existencia al servicio de la vida. De igual forma pasa con la �oveja perdida�. El evangelio nos recuerda que en la comunidad no hay lugar para la exclusi�n y para la indiferencia. Si alguien se extrav�a, la comunidad no puede desentenderse, sino que tiene la misi�n de reintegrar a esa persona extraviada. - �Cu�l es nuestra actitud ante las personas an�nimas y ante aquellas que consideramos �extraviadas"?

Nos dice la primera lectura que la Palabra s�lo es viva si se consigue interiorizarla, compartirla y transfigurarla en oraci�n. Es fuente de conversi�n cotidiana y, al igual que le ocurri� al todav�a indeciso Agust�n, tambi�n a nosotros nos dice la Voz interior: "Tolle, lege...!" ("�Toma y lee!"). Tomar el libro, frecuentarlo asiduamente y escuchar c�mo habla Dios en �l cada d�a no consiste tan solo en conocer un texto, sino, seg�n la hermosa expresi�n del profeta Ezequiel, en "comer la Palabra" (Ez 3, 1), hacerla propia, hacerse una sola cosa con ella, hasta el momento en que, al fin, esa Palabra nos arrastre del todo y nos moldee. Un momento al que jam�s llegamos del todo y que hemos de perseguir constantemente: por eso la Palabra debe llegar sin cesar a nosotros para que aprendamos a vivir en ella.

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