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Lectura de hoy Viernes 29 de Junio, 2012 San Pedro, ap�stol, Roma

Servicio Email de Lecturadeldia.com
"He aqu�, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entrar� a �l, y cenar� con �l, y �l conmigo"
(Ap 3,20)

Servicio de Email diario con las lecturas del d�a de acuerdo con el Ciclo Lit�rgico de la Iglesia Cat�lica.

Este servicio se ofrece solamente con autorizaci�n previa del receptor.

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Sobre las Lecturas de hoy...


Primera Lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Ap�stoles (12, 1-11)

En aquellos d�as, el rey Herodes mand� apresar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Mand� pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan, y viendo que eso agradaba a los jud�os, tambi�n hizo apresar a Pedro. Esto sucedi� durante los d�as de la fiesta de los panes Azimos.
Despu�s de apresarlo, lo hizo encarcelar y lo puso bajo la vigilancia de cuatro turnos de guardia, de cuatro soldados cada turno. Su intenci�n era hacerlo comparecer ante el pueblo despu�s de la Pascua.
Mientras Pedro estaba en la c�rcel, la comunidad no cesaba de orar a Dios por �l. La noche anterior al d�a en que Herodes iba a hacerlo comparecer ante el pueblo, Pedro estaba durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas y los centinelas cuidaban la puerta de la prisi�n.
De pronto apareci� el �ngel del Se�or y el calabozo se llen� de luz. El �ngel toc� a Pedro en el costado, lo despert� y le dijo:
"Lev�ntate pronto".
Entonces las cadenas que le sujetaban las manos se le cayeron. El �ngel le dijo: "C��ete la t�nica y ponte las sandalias", y Pedro obedeci�. Despu�s le dijo: "Ponte el manto y s�gueme". Pedro sali� detr�s de �l, sin saber si era verdad o no lo que el �ngel hac�a, y le parec�a m�s bien que estaba so�ando.
Pasaron el primero y el segundo puesto de guardia y llegaron a la puerta de hierro que daba a la calle. La puerta se abri� sola delante de ellos. Salieron y caminaron hasta la esquina de la calle y de pronto el �ngel desapareci�.
Entonces, Pedro se dio cuenta de lo que pasaba y dijo:
"Ahora s� estoy seguro de que el Se�or envi� a su �ngel para librarme de las manos de Herodes y de todo cuanto el pueblo jud�o esperaba que me hicieran".

Palabra de Dios.
Te alabamos, Se�or.
Salmo Responsorial
Salmo 33

El Se�or me libr� de todos mis temores.

Bendecir� al Se�or a todas horas, no cesar� mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Se�or, que se alegre su pueblo al escucharlo.
El Se�or me libr� de todos mis temores.

Proclamemos la grandeza del Se�or y alabemos todos juntos su poder. Cuando acud� al Se�or, me hizo caso y me libr� de todos mis temores.
El Se�or me libr� de todos mis temores.

Conf�a en el Se�or y saltar�s de gusto, jam�s te sentir�s decepcionado, porque el Se�or escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias.
El Se�or me libr� de todos mis temores.

Junto a aquellos que temen al Se�or el �ngel del Se�or acampa y los protege. Haz la prueba y ver�s qu� bueno es el Se�or. Dichoso el hombre que se refugia en �l.
El Se�or me libr� de todos mis temores.
Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta del ap�stol san Pablo a Timoteo (4, 6-8. 17-18)

Querido hermano:
Ha llegado para m� la hora del sacrificio y se acerca el momento de mi partida. He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe. Ahora s�lo espero la corona merecida, con la que el Se�or, justo juez, me premiar� en aquel d�a, y no solamente a m�, sino a todos aquellos que esperan con amor su glorioso advenimiento.
Cuando todos me abandonaron, el Se�or estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara claramente el mensaje de salvaci�n y lo oyeran todos los paganos.
Y fui librado de las fauces del le�n. El Se�or me seguir� librando de todos los peligros y me llevar� sano y salvo a su Reino celestial.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Se�or.
Jesus con sus discipulos
Evangelio
Lectura del santo Evangelio seg�n san Mateo (16, 13-19)
Gloria a ti, Se�or.

En aquel tiempo, cuando lleg� Jes�s a la regi�n de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus disc�pulos:
"�Qui�n dice la gente que es el Hijo del hombre?"
Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que El�as; otros, que Jerem�as o alguno de los profetas".
Luego les pregunt�:
"Y ustedes, �qui�n dicen que soy yo?" Sim�n Pedro tom� la palabra y le dijo: "T� eres el Mes�as, el Hijo de Dios vivo".
Jes�s le dijo entonces:
"�Dichoso t�, Sim�n, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ning�n hombre, sino mi Padre, que est� en los cielos! Y yo te digo a ti que t� eres Pedro y sobre esta piedra edificar� mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecer�n sobre ella. Yo te dar� las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedar� atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedar� desatado en el cielo".

Palabra del Se�or.
Gloria a ti, Se�or Jes�s.
Cara de Jesus
Sobre las Lecturas de Hoy...
Las respuestas que los disc�pulos dan a las preguntas de Jes�s son correctas, pero cada una tiene implicaciones distintas. El com�n de la gente considera al Hijo del Hombre como un profeta. Y esto significa que esas personas, en consecuencia, se deben preparar para atender el llamado a la justicia, la verdad y la reconciliaci�n que todo profeta hace al pueblo de Dios. No basta con decir que Jes�s o alguien m�s es un profeta. Es necesario atenerse a las consecuencias de ese reconocimiento. Lo mismo pasa con la respuesta a la segunda pregunta. Si confesamos como Pedro que Jes�s es el Mes�as, el ungido de Dios, esas palabras tienen grandes implicaciones. La primera, comprender y asumir el significado que Jes�s da a su propia misi�n que lo presenta como un siervo sufriente y no como un guerrero triunfante. Jes�s abraza la voluntad del Padre hasta el fondo y es consecuente con las ense�anzas que proclam� en el serm�n del monte (Mt 5,1- 8,1). La segunda, abrazar nuestra propia cruz y asumir la voluntad de Dios como criterio �ltimo y definitivo de nuestra propia existencia (Mt 16,24-28). - �Qu� significa para nosotros que confesemos a Jes�s como Se�or y Ungido?

No podemos omitir una consideraci�n a las figuras de Pedro y Pablo. En resumidas cuentas, ap�stoles, ellos, fundamento de la Iglesia, demuestran su grandeza en el sufrimiento (que es la suprema prueba de la vida). No vivieron un cristianismo alienante; su existir fue duro y conocieron muchas tensiones. Una vez dado el s� a Jesucristo, no se hicieron atr�s. Entregaron la vida por la comunidad (por el Cuerpo de Cristo, por Cristo). Se puede notar como en el sufrimiento, a semejanza de Cristo, recibieron el consuelo del �ngel y se dieron cuenta de la salvaci�n. Pablo (2. lectura), hombre de tierno coraz�n bajo formas exteriores duras, est� pr�ximo a la muerte, pero no tiene miedo, no se arrepiente de nada, sino que est� contento de haber luchado y de haber aguantado firme en la fe. Es el Se�or quien le ha ayudado y le ha dado fuerzas para anunciar el mensaje.

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